Fue a la Iglesia del Carmen, en el Paseo Padre Lorenzo. Se sentó en el fondo; casi no había gente, y pensó que mejor así, aislada, para tener una charla con Dios, a solas. Puso el bolso en el banco y se arregló un poco el pelo. Cerró los ojos y se quedó quieta. Después comenzó a inquietarse. Se cruzó de brazos y pensó en los libros de autoayuda. Se tú misma, se tú misma, decían. Se preguntaba por qué estaba allí. Y si Dios se marchó a otro sitio, con alguien más necesitado que yo, o, rendido por tanta plegaria, cogió el día libre. Pero qué digo, si está en todas partes. Daniel Goleman tampoco vino en su ayuda, sólo recordaba alguna frase. Ni le ayudaron los libros de la Editorial Paidós, ni de la Editorial Planeta, ni tantos otros que había comprado en la Feria del Libro de La Alameda. Se levantó y lentamente salió de la iglesia. El viento del norte enfilaba la calle Pintor Laxeiro y en el cruce con calle Camelias rugía con más fuerza. Ella bajó hasta la plaza Escultor Piñeiro. Se tú misma, lo que piensas es lo que eres, la atención es lo más importante, se repetía cuando entraba en Froitas Vilar, en la calle López Mora.
07 mayo 2008
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